lunes, 28 de abril de 2014

HISTORIA DE LA INGENIERÍA CIVIL EN COLOMBIA


En Colombia comienza a parecer la ingeniaría a mediados del siglo XIX en un colegio militar, el cual fue creado por el general Tomás Cipriano de Mosquera para formar los oficiales del Estado Mayor y los ingenieros civiles.

A los casi 18 años de ser impulsado el ferrocarril en Europa, la gran parte los egresados del Colegio Militar estimularon el interés de los mandatarios regionales por la promoción de líneas férreas, inicialmente orientadas a des embotellar el país mediante los enlaces con los puertos marítimos y el río Magdalena. Para un largo comienzo de cambios en el bienestar social de la nación .Un nombre conocido en la historia de la ingeniería es Francisco Javier Cisneros, oriundo de Cuba, hombre que se esmeró por diversos proyectos.

El siglo XX coincidió con la cruenta guerra de los Mil Días, que paralizó el progreso nacional. Pero entonces surgió la visión del general Rafael Reyes como jefe de Estado, que continuó el desarrollo ferroviario e inició la era de las carreteras, una vez difundido el invento del automóvil. La ingeniería colombiana recobró entonces sus impulsos iniciales y los proyectó a lo largo de tres décadas, en que las obras viales concentraron el esfuerzo realizador y el desarrollo tecnológico, con la iniciación de los pavimentos y la instalación de grandes puentes metálicos, que después evolucionaron hacia las estructuras de hormigón armado.

Paralelamente, desde la década de los años veinte se promovió la rectificación del río Magdalena y la apertura de las Bocas de Ceniza para realizar el puerto de Barranquilla, que complementara las facilidades de Cartagena, Santa Marta y Buenaventura, simultáneamente expedidas para habilitar el desarrollo del comercio internacional.

Este proceso de la ingeniería de obras públicas inició su diversificación en la década de los años cuarenta con las primeras centrales hidroeléctricas, construidas en los saltos de Guadalupe y Tequendama, además de las obras sanitarias de las ciudades principales y las irrigaciones en los llanos del Tolima. Entonces penetró la técnica extranjera y se produjo la especialización profesional de los ingenieros colombianos.

También penetraron las técnicas modernas de construcción de vías, al promoverse el ferrocarril del Atlántico para la articulación de la red y modernizarse las especificaciones de las carreteras por la misión Currie, que a mediados de 1950 evaluó y programó el desarrollo de la infraestructura nacional.

Impulsó la ayuda financiera del Banco Mundial, iniciada en 1951, y la del Banco Interamericano de Desarrollo, que comenzó diez años después. La cooperación de estos organismos se ha mantenido creciente durante el resto del siglo y ya registra un monto global de unos US$ 8.000 millones, preferencialmente aplicados a la energía eléctrica, las vías y las obras sanitarias.

Entre tanto, el marco institucional ha tenido considerables transformaciones, desde la creación del Ministerio de Obras Públicas en 1905, que inicialmente concentrara todas las actividades de la ingeniería. Pero en la medida en que se diversificaba se fueron creando nuevos organismos para desarrollar los servicios que habían cobrado importancia. Así fueron creciendo el aparato estatal y las obligaciones presupuestales, no sólo para realizar las obras, sino también para subsidiar a las entidades deficitarias. Como resultado de este proceso se ha revivido el sistema de las concesiones y la activa participación del sector privado en la propiedad de las empresas públicas. Pero la ingeniería colombiana mantiene su presencia activa en el desarrollo nacional.


Como verdaderos artífices del desarrollo nacional. Son muchos los nombres que surgen a través de las páginas de la historia, pero bien pueden sintetizarse en los principales cultores de las varias disciplinas: Francisco José de Caldas como investigador y astrónomo, Lino de Pombo como pionero de los estadistas, Juan N. González Vásquez como realizador de ferrocarriles, Germán Uribe Hoyos como promotor de las carreteras, Carlos Boshell Manrique como iniciador del desarrollo eléctrico moderno, Julio Carrizosa Valenzuela como educador emérito y Carlos Sanz de Santamaría como estadista de proyección internacional. Los tres primeros nombres surgen del pasado y los cuatro últimos se ubican en el presente siglo como sus dignos sucesores.

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